El
árbol
La luz de las velas
iluminaba la pequeña habitación, donde la iluminación que tenía mayor fuerza,
pero de igual forma era insuficiente, penetraba por una amplia ventana, al pie
de está misma una joven con cabellos cual carbón y piel de porcelana, tocaba el
violín sin siquiera mirar sus partituras, movía con maestría su arco sobre las
cuerdas creando hermosos y amargos sonidos, sus párpados descansaban cubriendo
sus ya cansados ojos permitiendo que sus rizadas pestañas hicieran contacto con
sus húmedas mejillas.
No
encontraba otra forma de aliviar su dolor por aquel amor que se fue, con el
cual había compartido momentos de intensa felicidad y pasión, a veces creía que
se había llevado la felicidad que tenía; pronto el arco se dejo de mover y aún
permaneciendo en la misma posición la joven alzo la mirada, le dolía tanto
asomar la mirada por esa ventana y ver el árbol donde ambos se sentaban juntos
a compartir de su arte, de su vida y de sus sueños.
Su dolor era inmenso
por aquella perdida sin reparación, ¿cómo era posible que su amado fuese
asesinado tras un robo fallido? ¿Cómo alguien tan amable como lo era él podía
haber sido victima de tal acto de cobardía?
Aún recordaba ese día,
pasado hacia ya seis años, se irían a reunir bajo el árbol de siempre y
compartir de nuevo todo lo que había surcado por sus mentes el día anterior y
lo que harían al empezar su vida juntos, bajo el mismo techo y el mismo
apellido. Sin embargo la vida no era tan dulce, pasaron horas en las que no
llegó.
Para esos momentos
temía lo peor, tenía miedo de que se hubiera marchado, de que todo no hubiera
sido más que palabras vacías. Y con esos sentimientos fue cuando escuchó, que
las victimas del tiroteo tras el robo fallido al banco del pueblo, habían
fallecido, todos tenían que ir a reconocer los cuerpos y buscar el de su
familiar.
Fue de manera lenta,
estaba completamente segura de qué ningún cuerpo sería conocido para ella, al
igual qué todos los demás, jamás había reparado en la mirada de lastima de los
que regresaban de ver los cuerpos. Estaba ensimismada pensando en posibles
razones por las cual su amado no fue a su encuentro.
Y nada hubiese sido
suficiente para aminorar el impacto de la joven tras ver el cadáver de su
amante en el piso, con los ojos cerrados y la piel tan blanca y falta de vida
comunicándole que sin lugar a dudas, él ya no estaba entre los vivos.
Antes de reaccionar ya
estaba a su lado llorando la muerte del hombre con quién quería compartir su
vida, el golpe de gracia llegó cuando se enteró que estaba cerca del banco por
la joyería a dos casas del mismo; le había comprado un precioso anillo blanco
con una pequeña incrustación de una piedra preciosa cuyo nombre jamás se
molesto en saber.
Esta misma tenía el
brillo de un arcoíris bajo cualquier circunstancia, sabía el significado de eso
para su difunto amor, siempre le decía que cada que sonreía podía ver un
arcoíris a un lado de ella. Y eso, era devastador a partir de entonces llevaba
el anillo en su anular en la mano izquierda,
jamás podría olvidar al hombre que le dio tanto amor y el cual le pediría
matrimonio.
Pronto soltó su arco y
su violín a un lado y cubrió su rostro con ambas manos dejando que el más
lastimero llanto llenara la habitación ante aquel doloroso recuerdo y de esa
forma expresar el dolor que tenía dentro, solo quería estar de nuevo con él y
apreciaba demasiado su recuerdo cómo para terminar con su vida y de esa forma
olvidar su más fiel creencia sobre que el suicidio jamás sería la respuesta.
Había alzado de nueva
cuenta la mirada hacia aquella ventana, donde podía ver al sol comenzar a
quitar el velo de la noche en el tranquilo pastizal, y a su amado saludando
desde el árbol, agitaba sus manos tratando de captar la vista de su amada, con
la misma sonrisa que le dedicaba cada que se veían.
Tan pronto cómo le fue
posible se levantó de su silla lista para salir por la ventana cómo ya había
sido costumbre cada que le veía desde esa habitación; corrió a los abrazos de
su amor y aunque podría ser una ilusión creada por la desesperación al estar
sin él, quería encontrárselo de nueva cuenta. Y así ambos amantes en el mismo
árbol de siempre se reunieron en un fuerte abrazo donde fundieron sus almas en
una sola antes de finalmente ascender a la felicidad, y cómo único testigo de
esa unión el árbol bajo el cual ambos amantes compartieron sus sueños y
esperanzas de una vida juntos.
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