Una Lluvia de Verano



Una Lluvia de Verano

Una apacible lluvia un día de verano golpeaba delicadamente contra el amplio ventanal, los altos y frondosos árboles recibían gran parte de las pequeñas y escurridizas gotas de lluvia, filtradas por las hojas de estos mismos, como si los éstos fuesen obstáculos en la carrera del agua, las pequeñas gotas caían con menor frecuencia y la gran mayoría de éstas se perdían en los grandes troncos marrones para terminar en la tierra humedeciendo la misma con la delicadeza de una caricia entre amantes. Con suavidad una pequeña azabache poso su mano en la ventanilla, maravillada ante la vista y como si temiera que al tocar la abertura el hermoso paisaje fuera a desaparecer como un sueño hermoso antes del despertar.
Pero no fue así, con satisfacción su mano toco el húmedo cristal sin que el cuadro tan maravilloso detrás de la ventana desapareciera, aquella escena era tan hermosa. Esas pequeñas cosas siempre terminaban por atrapar a la pequeña azabache, desconectarla de la realidad para que terminara abstraída en su propio mundo, dejando que su imaginación la llevará a mundos fantásticos que sólo ella podía visitar, dónde todo podía pasar, aquellos lugares donde todo lo hermoso podía ser eterno y de pronto esos hermosos mundos se desvanecían siendo abrupta mente reemplazados por la realidad. Otras veces era sumergida en preciadas memorias que le hacían vibrar a pesar del tiempo que hubiera pasado, era como si lo viviera de nuevo, tal vez por ello le dolía cuándo alguien decidía abandonar su vida o simplemente se esfumaban sin una despedida adecuada, dejando los recuerdos impresos en su memoria.

Pese a todo ello esos eventos re memorables serían atesorados por ella, pasará lo que pasará recordaría lo compartido con aquellas personas con sumo cariño, aunque no quisiera reconocérselo a sí misma o no lo aceptará frente a los demás
De esa curiosa forma tocando una fría ventana mientras contemplaba la vista tan maravillosa que se alzaba detrás de la misma en medio de una lluvia de verano se dejo envolver nuevamente por los recuerdos. La peli negra estaba intentando refugiarse fuera de una pequeña cafetería de paso en el centro de su ciudad, no era preciso decir que llovía muy fuerte, sin embargo no quería arriesgar las hojas recién terminadas de uno de sus escritos, esas delgadas hojas en las que imprimía una parte de su alma, era absurdo el hecho de no haber llevado un paraguas después de ver las nubes grises y el matiz frío a pleno medio día, pero disfrutaba el viento húmedo previo a una llovizna acariciando su rostro, sin la preocupación de que el sol hiciese acto de presencia, para que negarlo también se encontraba siguiendo con cautela al chico de cabellos azabaches que tanto le gustaba como de costumbre.

Si hubiese llevado la sombrilla azul chicle que tanto le gustaba usar habría podido llamar la atención de aquel que ya era dueño de su corazón sin siquiera sabérselo o de aquellos transeúntes de miradas curiosas e inoportunas, al poder evitar eso todo había ido bien según su opinión, el único problema era que no se atrevía a iniciar una verdadera conversación más allá de preguntarle por sus conocidos, por la hora o por la clase que seguía. Lo que consolaba a la azabache era que le había podido ver en el café mientras escribía las historias que le encantaría pasar con él, esos momentos cotidianos tan fantásticos junto al chico de cabello azabache; su mente maquinaba a toda prisa esas historias llenas de una realidad tan fantástica, todo siempre en la cercanía del café dónde trabajaba el más alto, al menos en la suficiente para poder observarlo detenidamente sin que el contrario lo notase, ese pequeño lugar en la biblioteca dónde cualquiera diría que sólo observaba una pintura extraña de Venecia; se conformaba con ello a diario a pesar del ferviente deseo de poder hablar con su adorado caballero sin trabarse a media frase o perderse en un espacio de la conversación, sin embargo eso de haber terminado frente a la cafetería dónde su amor secreto fungía como un servicial mesero le ponía de nervios, pero al menos podía mantener a salvo sus preciadas hojas y las delicadas plumas que le ayudaban a trazar sus historias.

La lluvia terminaría, entonces podría ir a su casa, se daría un baño caliente para no tener que enfrentarse a un resfriado y guardaría las hojas con esas imposibles historias en su caja secreta o al menos, esa era la idea que tenía momentos antes de que la puerta de la cafetería se abriera con el habitual rechinido que adquirían las puertas tan viejas del centro en días de frío como aquel, entonces lo vio de nuevo con la particular iluminación ámbar de aquella cafetería que asomaba detrás del pelinegro ofreciendo esa sonrisa abierta que tanto le gustaba mientras le tendía un curioso paraguas azul pastel lleno de puntos blancos para poder irse, en aquellos momentos la chica maldecía el no poder decir algo ingenioso gracias a eso sólo se pudo limitar a agradecer y aceptar el favor por ello la tomo por sorpresa lo que paso después, ver como el más alto desplegaba el paraguas para esperarle en medio de la lluvia, entendió que se ofrecía a acompañarla, había comprendido que de nueva cuenta había olvidado escuchar lo que pasaba alrededor por admirar la belleza del chico.

Después de eso para la más baja todo fue muy rápido, habían llegado a la parada de su autobús y cuándo este estaba llegando su inalcanzable amor de pronto la estaba invitando a salir, era estúpido haber estado creando tantas veces ese momento en su cabeza para que cuándo finalmente ocurriera no pudiera más que balbucear un simple sí para después subir entre tropiezos al autobús porque simplemente su cuerpo no respondía como debiera.

Su primera cita había empezado desde las dos de la tarde cuándo la peli negra no tenía ni la más mínima idea de que usar para impresionar al más alto, quería verse linda para él, pero nada parecía encajar con lo que buscaba tampoco se quería ver demasiado formal para una cita en la cafetería que tanto le gustaba y a la cual había propuesto ir de inmediato ya que era el único lugar al que no había ido con intenciones de espiar al más alto, al final había terminado por conformarse con unos pantalones entubados negros de mezclilla y una playera de manga larga blanca que tenía el logo de su saga favorita, no tenía nada realmente femenino y era mala usando vestidos o faldas. Había decidido no mirarse en el espejo por temer cambiar de opinión a última hora y cambiarse de nuevo. Esa tarde por primera vez descubrió que podía hablar frente a ese chico con coherencia y con frases bien compuestas, al final de su cita el más alto llevo a la chica a su casa finalizando la tarde dando un tierno beso en su frente mientras que con suave firmeza sostenía sus delicados hombros.

No importaba cuantas veces recordara esa cita y la forma en que habían empezado a planearla, con tantos nervios y emoción de su parte eso seguía siendo increíble que todo hubiera pasado hacía poco más de un año de aquel lluvioso día, más aún que le faltaran sólo dos meses para cumplir un año en una relación con su amado niño de suave cabellera negra.

No había necesitado ni más de 15 minutos en una conversación con él para darse cuenta de que se enamoraría aún más, al punto de querer compartir cualquier cosa con él y no reparar en un día que no culminara con una larga llamada dónde compartieran los pequeños sucesos de su día cuándo no se vieron o recordando lo que habían pasado juntos y de pronto rompiendo su ensoñación unas cálidas manos envolvieron su cintura para sumergir el delgado cuerpo en un tibio abrazo con el más alto.

—¿Soñando de nuevo pequeña?.

Pregunto en su oído la ronca voz ajena, esa voz que hacía que cada vello de su cuerpo se erizara, especialmente cuándo recién despertaba,  la más baja negó con suavidad antes voltear a verlo, era ya una costumbre suya hacerlo, le gustaba asegurarse de que no era ningún sueño, eso a pesar de que era seguro que nada de lo vivido entre ambos era un sueño.

—Mejor... estaba recordando.

Fue su única respuesta mientras sus redondos ojos miraban con atención al más alto eso antes de unir sus labios finalmente para disfrutar de un agradable beso lento lleno de amor y cariño, eso para ella era como probar el cielo, se sentía tan correcto, tan especial, su interior revoloteaba con ese simple contacto y sentía que en cualquier momento podría empezar a flotar como una ligera nube. Ni siquiera la hermosa vista tras la ventana podía compararse con el extraordinario sabor de los labios de su amado.


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